Fue hace 30 años y el país  ya lo olvidó. Fue en 1989 cuando el Cartel de Medellin, el 4 de julio, mató al gobernador de Antioquia, y asesinó, el 18 de agosto, al coronel Franklin Quintero. Fue en 1989, el 15 de diciembre,  cuando agentes del estado (y quizás gringos) le dispararon desde un helicóptero a Gonzalo Rodríguez Gacha mientras huía por entre medio de una platanera en inmediaciones de Tolú. Fue en ese año de 1989, exactamente el 29 de mayo, cuando el M19 secuestra a Alvaro Gómez Hurtado. El mismo año, el 27 de noviembre, cuando vuelan el avión de Avianca con 107 personas a bordo a los pocos minutos de despegar de El Dorado. El mismo en el que, el 6 de diciembre, hacen estallar un bus bomba y vuelan el edificio del DAS sin matar a Maza Márquez, su director, pero si a más de 60 personas y destruyen 34 vehículos que circulaban por la zona y, en ese mismo año, dos semanas después cuando secuestran al hijo de Germán Montoya, secretario general de la presidencia de Barco.

Fue año cruento en donde se presentaron 389 atentados guerrilleros y el asesinato de decenas de jueces y magistrados y el secuestro de otro poco de ciudadanos más y las bombas contra El Espectador y Vanguardia Liberal. Pero al país apenas si se lo recuerdan porque fue en ese año también, el 18 de agosto, cuando asesinan a Galán en la plaza de Soacha y de vez en cuando sus antiguos partidarios hacen sonar clarines en la desmemoria nacional.

Tal vez eso pretende Maria Elvira Samper, galanista dolida, en un libro que está circulando por estos días, titulado 1989, donde hace pantalla en 246 páginas sobre  todas las víctimas de lo que ya la historia (pero ella no) llama la guerra de Pablo Escobar y su traquetería y donde apenas le gasta 34 páginas a un cuadro estadístico mes a mes para registrar las muertes, daños y voladuras de las guerrillas. Un libro galanista y desigual pero que todos los colombianos deberían tener en sus casas para evitar el olvido. Lo recomiendo.

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