Si alguna conclusión clara deja traslucir el 21 N es que los colombianos ya no aguantamos más un mal gobierno y, también, que no vamos a dejar crecer los grupúsculos de vándalos que, a imitación de los soviets de Lenin, quieren arrebatarnos a las malas la mucha o poca comodidad que gozamos.
Pero ni aún así el presidente Duque reconoce su error ni Petro deja de insistir, tras bambalinas, en que Colombia debe vivir el mismo proceso de la revolución bolchevique de hace 100 años. El uno desde la Casa de Nariño, saliendo con discursos destemplados que lo muestran alejado de la realidad. El otro, desde su tuiter aúpando para que el paro continuara buscando que los grupúsculos que dejó formados cuando fue alcalde obedecieran en Suba y en Usme a sus consignas leninistas.
Pero el paro del 21 N también nos dejó más conclusiones. Nos demostró, (como en las elecciones del 27 de octubre), que la nueva herramienta de poder son el celular, las redes y el whatsapp. Pero en ese intonso 21 N nos sirvió para demostrar cuan bochinchosos somos y cuanto pánico se puede sembrar a través de esas redes volviendo realidad los fantasmas del terror. Por supuesto,también sirvió ese paro bochinchoso para demostrar que los anarquistas disfrazados de encapuchados no han sido ni estudiados ni perfilados por los servicios secretos del estado ni por los de la embajada gringa.
Y, sobretodo, que como el desequilibrio y la injusticia siguen reinando, el deseo y la posibilidad de poseer lo que no se alcanza a comprar continúan idénticos a los que sintieron e hicieron el 9 de abril de 1948, cuando mataron a Gaitán y saquearon vitrinas y almacenes. Es probable entonces que después del 21 N el presidente haya aprendido al menos por qué debe vivir con su familia en la Casa de Nariño y no en un apartamento alcanzable por las turbas .Y que Petro se haya convencido que si quiere ser presidente de este país no lo va a lograr imitando los soviets de Lenin.