cantinflas con edgar garcia

Era un sueño de niño que con el tiempo parecía inalcanzable: conocer el famoso cómico. Ya siendo un periodista de cierta categoría, traté de muchas maneras de conseguir que aceptara venir a Cartagena, colombia, para participar en eventos benéficos.

El médico Juan Zapata Olivella hizo alguna gestión, pero fracasó. También el apoderado taurino Manolo Lozano, y un compadre suyo, el entrenador de boxeo Pancho Rosales. No había forma de que Cantinflas me parara bolas.

Sin embargo, hice un último intento y escribí al Embajador de Colombia en México – Ignacio López De Brigard—Y Albricias, Mario Moreno me contestó. En la carta decía que aceptaba gustoso la invitación y me avisaba la fecha. Pero pasaba el tiempo y no volví a tener comunicación con él hasta cuando fue invitado por el festival de cine de Cartagena y el cómico le comunicó a Víctor Nieto que tenía un compromiso conmigo. Y Víctor me dio la noticia pero con este recado. “Tendrás el honor de recibir a Cantinflas y hacerle una fiesta homenaje al día siguiente de su llegada pero debes cubrir los gastos”. No hay problema, Víctor, -le respondí…

Con semejante oportunidad, pensé para mis adentros, tendría que ser un fiestonón! Y así fue. Invité a más de cien personas que comieron y bebieron hasta el amanecer. El show musical estuvo a cargo de una orquesta de mujeres, del trompetista cubano “Chocolate Armenteros”, el Mago Borletti, y dos orquestas de salsa. Cantinflas llegó un día antes de la fiesta y lo fui a buscar al aeropuerto, vino con su secretario una persona de edad mayor como él.

El cómico ya tenía 75 años pero lucía muy bien con sus varias cirugías a cuestas. Usaba suéteres especiales para poder tapar bien el cuello y botas de vaquero. Me pareció muy serio, tanto que en la mitad de la fiesta alguien gritó “¿Cuándo vas a hacer de Cantinflas?”. Eso fue como un relámpago. Se transformó. Tomó el micrófono y comenzó a hacer su personaje durante media hora.

La comida era Paella para todos. Me fue suministrada sin costo alguno para cien personas por “Patacón” Benitez, quien igualmente me dio el servicio, lo hizo porque con la presencia del actor inauguró su Nautilus. El whisky el célebre “Perro” Villalobos, llamado “el rey del chance”. Él puso una exigencia daba todo el trago si yo me comprometía sentarlo al lado de Cantinflas. Empeñé mi palabra y cuando apareció vestido con vestido de ala inglesa, corbatín de mariposa, los labios como unas llantas, y vestido de verde de arriba abajo- parecía un artista tropical. Le causó mucha gracia al anfitrión. Hice una mezcolanza entre los invitados.

Ahí estaban periodistas como Germán Santamaría, la ex canciller María Emma Mejía, el alcalde y el gobernador, los comentaristas deportivos de moda, entre ellos Napoleón Perea Castro, quien filmó toda la fiesta, cinta que tiene guardada su familia. Cuando la fiesta estaba tomando cuerpo Cantinflas me hizo saber que tenía hambre y la paella no llegaba. Se lo manifesté al cocinero del Nautilus y lo que ocurrió parecía calcado de una película de Buñuel.

El chef y tres meseros cargaron la descomunal olla se la pusieron enfrente a él como diciendo “escoja usted” aquello me pareció ridículo. Hubo varios episodios dignos de recordarse, cada persona invitada quería tener un recuerdo fotográfico de Cantinflas y se hizo una fila. Hasta cuando él dijo “ya basta”. Entre los invitados se encontraba el dueño de una casa de citas de nombre “el niño de oro”. Él se llamaba Nicolás Vásquez y le decían: “el niño de las monjas” porque había sido chofer de un convento. Cuando hizo la cola para la foto le expliqué a Cantinflas quién era- “¡doctor Moreno, este caballero tiene un lugar de ochenta mujeres muy ricas!”.

“¡Tantas para mi solito!”, bromeó el cómico.

“Sí, – afirmó Nicolás Vásquez muy serio. –

“Edgar- acotó Cantinflas-, arregla todo para mañana.

Solamente iremos tú, yo y mi secretario”.

Al día siguiente, todo estaba listo en el niño de oro para su llegada. Todas las “damas” se habían arreglado para la ocasión. Y habían contratado una banda de viento. Fui a recoger al cómico a las doce del día y me contestó con estas palabras: “Señor Edgar qué buena fiesta. Ojalá pueda corresponderle algún día en México. Usted llama por lo de las chicas?”.

Sí, doctor Moreno, respondí con solemnidad.

“Edgar, ¿usted sabe qué edad tengo yo?- No…”pues bien tengo 75 años y ya yo no estoy para esos trotes”.

Se quedó Nicolás Vásquez con su fiesta arreglada.

Por razones de espacio no publico todas las atenciones que tuvo Cantinflas conmigo en México, en tres viajes posteriores que hice.

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