Cuando se hizo el Acuerdo Final de La Habana ya se sabía de los grupos disidentes de las Farc que no lo acatarían. También era de conocimiento que los elenos y los pelusos y los gaitanistas ejercían dominio sobre algunas zonas del territorio colombiano. No se había hablado,hay que admitirlo, de los caparrapos.En el Acuerdo no se tuvo en cuenta para los disidentes una solución distinta a las de condenarlos y cerrarles las puertas al diálogo. Los otros ni se mencionaron, tal vez porque con los elenos estaban conversando para buscar un acuerdo y a los demás no los registraban ni en Noruega ni en el escritorio de Alvaro Leiva. 16 meses después los elenos andan en guerra abierta con los pelusos en el Catatumbo,decretan paros que la población civil acata para sobrevivir pero nadie sabe de las acciones militares ante una batalla de esa magnitud y menos que entienden por qué el Ejército solo está de espectador de lo que cada vez crece mas, viéndolos matarse entre ellos.
De la otra guerra, de la que se libra desde hace veinte días en Tarazá entre los caparrapos y los autollamados gaitanistas,se sabe porque llegan oleadas de desplazados a Cáceres, a Caucasia o Tarazá y porque, de vez en cuando El Colombiano registra los episodios de muerte y terror que allá se viven. Por supuesto, del Ejército no se sabe nada y parece estar siguiendo las ordenes del comandante supremo de no meterse, de dejar que los grupos ilegales se maten entre ellos, así el riesgo lo corran los civiles.
Y de la otra guerra, de la que libra Guacho contra los ecuatorianos, aunque se da en el inexpugnable territorio colombiano de Tumaco, no nos dice nada el vicepresidente Naranjo , a quien encargaron hace unos meses de hacer el show de comandar las tropas punitivas en ese rincón de la patria.
@eljodario