El homenaje a Luis Óspina en el Ficci 2016 se convirtió en la oportunidad de recordar ese Caliwood, póstumo para Mayolo y Caicedo, y en vida para Luis. Una deuda que había que saldar por lo menos simbólicamente, ya que los vestigios de su legado se han ido embolatando por políticas municipales que no se preocupan por conservarlo y porque gran parte del talento se ha fugado la ciudad, al no encontrar en ella cómo surgir.
Ese camino de reflexión, charlas, entrevistas y fiestas cartageneras nos dejaron algunas lecciones, que si le gusta el cine podrían interesarle, no sin antes esperar que su más reciente película Todo comenzó por el fin encuentre la manera de llegarle al mayor número de personas, en un contexto agresivo para su formato de tres horas y media de duración.
1. Historia patria del Caliwood contada por Luis Ospina: No me imagino a Andrés Caicedo viviendo más allá de los 25. Ni siquiera podría especularlo. Era una de esas personas que tenía como algunos productos una fecha de vencimiento. Luego el Caliwood termina cuando la gente que lo integraba emigra ante la imposibilidad de hacer cine y la crisis de Focine La última película que se hizo en aquella época fue La Mansión de la Araucaima.
2. Lo que nos enseñó Andrés Caicedo: pienso que me hizo cuestionar sobre mi vida, porque hizo tanto para haber muerto tan joven. Hay que dejar obra y morir tranquilo, decía Andrés. A partir de ahí pensé que tenía que trabajar mucho. El de Carlos fue un proceso de autodestrucción más duradero. Un suicidio de treinta y pico de años. Una persona que fue perdiendo sus facultades, mucho más doloroso todavía.
3. Creo completamente en una frase de Renoir: un director siempre está haciendo la misma película, lo que hace es organizar los elementos de manera diferente. En mi caso es muy cierto, porque mis películas anteriores sirvieron como material de archivo para construir Todo comenzó por el fin.
4. Los guiones en el documental son una mentira. Los escribo para ganarme los estímulos del Fondo Nacional de cinematografía. El documentalista va llegando al guion mientras va editando.
5. Lo que enseña el mal ejemplo. Por lo menos con el grupo de Cali funcionó y con el mal ejemplo, en una época donde nos drogábamos y tomábamos demasiado, dio grandes frutos. Nosotros lo que tuvimos fue osadía, hicimos película atrevidas cuando no había dinero para hacerlas. Teníamos amigos que trabajaban gratis o que nos regalaba arte para venderlo y financiar nuestras producciones. Además recuerdo a publicistas que mandaban a editar las obras como si fueran de sus empresas.
6. Los documentalistas siempre estamos trabajando con la memoria, la cámara congela en el tiempo y todo se convierte en presente.
7. La edición lo es todo en el documental, porque uno sabe que ahí en esa sala está toda la película. Es como trabajar con ese pedazo de mármol que uno está esculpiendo.
8. La imposibilidad de regresar a casa: Hay un capítulo en la película que dice que no podemos regresar a casa. Ese es uno de los grandes temas del arte y la literatura, en ese doy cuenta que el Cali que quise mucho, ya no es lo mismo. Por eso me siento un extraño, porque no reconozco los referentes arquitectónicos que conocí. Ya casi no tengo amigos, tal vez porque hace 21 años me fui y han pasado muchas cosas. No están los cines a los que iba. Hasta de la estética de la mujer ha mutado y existe un desprecio horrible por una cultura. Cali se volvió un cliché para mí, es la ciudad de la alegría y del baile, y yo no bailo, ni soy alegre.
9. Nunca he creído que un documental tiene que ser objetivo. Por ejemplo Un Tigre de papel lo hice cuestionando los dispositivos que el documental tiene para contar la verdad y la mentira. Ese argumento ya no tiene vigencia. www.shock.co
Por: Luis Fernando Mayolo @mayolito // Foto: Sergio I. Rodríguez – Cortesía Ficci 2016