El fútbol colombiano está dejando ver con demasiada frecuencia ,casi que cada que se alza la bata, que tiene los calzones rotos. A los manejos, por lo menos sospechosos, de las directivas futbolísticas tolerando la forma protectora que empleaba el entrenador Peckerman sobre algunos jugadores de la selección, se unió prontamente el lio de la reventa de  boletas en donde unos pocos amigos del esquema directivo del fútbol se ganaron una plata abusando de su poder y de la idolatrada fanatiquería. De ninguno de esos lios, ni de los que tuvo Bedoya en la bolsa de ofertas y coimas por la trasmisión de los partidos y que lo mantiene congelado en un apartamento neoyorquino esperando ordenes de los jueces norteamericanos. De ninguno de esos lios que hieden, la dirigencia futbolera ha salido siquiera salpicada.

Por estos días, cuando el mundo bulle de feminismo, y a solo 15 días del presidente Duque salir a pedir para Colombia la sede mundial del campeonato femenino, el inefable boquisuelto del señor Camargo primero y luego  el intocable presidente del fútbol aficionado por décadas, y representante ante los cenáculos del balonpié femenino, el caballeroso González Alzate, se  unieron al coro para hablar mal de las mujeres que juegan el fútbol. Y como entre las denuncias podrían darse delitos como en los de la reventa de boletas y el hedor de las aguas turbias conque se maneja el fútbol podría renovarse cada año en un nuevo campeonato femenino  donde los clubes inscritos tienen sus equipos, esos dos  dirigentes y otro poco de machistas intocables ,decidieron acabar de un tajo el creciente fútbol femenino en Colombia. Sátrapas o no, el espectáculo que están dando, solo produce vergüenza patria y una rabia infinita contra unos machistas a quien nadie se atreve a remover y mucho menos a sancionar.

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