Como este país ha sufrido casi desde su nacimiento de una institucionalitis aguda, cada que se ha encontrado con períodos de desgobierno o de evidente incapacidad de quien conduce la patria, el espíritu de defensa de la institución se impone. Así sucedió cuando se dieron cuenta que si el general Mosquera continuaba gobernando ( y lo hizo por 5 veces) el país podría verse a gatas, los liberales radicales se inventaron la Constitución de Rionegro y redujeron el período a solo 2 años para el presidente y solucionaron el problema. Cuando el general Rafael Reyes comenzó a dar muestras de que se le estaba yendo la mano, se fueron a buscar al general Ramón González Valencia, lo eligieron designado y a Reyes lo convencieron que se montara en una barco en Santa Marta y se fuera a Paris para no volver sino cadáver. Con Alfonso López Pumarejo fue muy singular. Como se había caído en el desgobierno a la mitad de su segundo período y los escándalos lo abrumaban hasta el punto de que intentaron darle un golpe militar cuando estaba en Pasto, pero ni a Santos ni a López les gustaba que Dario Echandia, que actuaba como Designado, asumiera el mando, se ingeniaron la renuncia de Echandia y eligieron a Alberto Lleras Camargo, que puso orden en casa y sembró tranquilidad actuando como presidente en 1945-46 .
La última vez que el país se encontró con un lío similar de desgobierno y repudio al primer mandatario fue en 1957 cuando Rojas Pinilla ejercía una dictadura blanda y perdió el norte. Se pusieron de acuerdo, presionaron con un paro cívico-empresarial-estudiantil y nombraron una Junta Militar que gobernó con serenidad para convocar elecciones en 1958 luego de aprobar el famoso plebiscito que dio paso a otra invención genial, el Frente Nacional. Es la historia, no los deseos ni los caprichos, la que nos enseña que en Colombia si podemos salir de los períodos nefastos.