Es muy baja la venta de abonos para la temporada taurina en Cañaveralejo que arranca el 26 de diciembre, a pesar que los directivos de la plaza de toros han colocado puntos de venta en los centros comerciales y ofrecen descuentos considerables, la gente día a día toma mayor conciencia de la crueldad de ese espectáculo, anteriormente vendían todos los boletos desde comienzos de año y era una proeza conseguir una entrada los días de feria, ahora cada vez son más visibles los claros de graderías que lucen desocupadas.
Las cadenas radiales también han perdido interés por esa «carnicería» y ahora solo dos o tres emisoras transmiten con frenesí cada herida causada al animal, los niños han incidido en este bajón de afición taurina, ellos son más sensibles que sus padres y rechazan los oprobios que sufre el toro, algunos llevados con promesas de regalos y paseos, luego de las corridas irrumpen en llanto, cierran sus ojitos o dan la espalda cuando comienza el reguero de sangre.
Ojala Gustavo Petro llegue a la presidencia para que prohíba las corridas de toros en todo el país y meta a la cárcel a todo el que le infrinja maltrato a un animal. Nunca he entendido porque llaman maestros a esos individuos torturadores de animales, para mí son sádicos que disfrutan causando dolor, las pocas veces que fui a Cañaveralejo siempre deseaba que el toro se defendiera y corneara a su verdugo, una vez mi deseo se cumplió y salte en jubilo gritando «bravo torito» ante la mirada perpleja de unos viejos que se auto proclaman como expertos en esa fiesta de la crueldad humana.