La opinión ha conocido detalles insólitos de la rutina diaria y del protocolo que deben seguir las tripulaciones de los aviones para mantenerse medianamente seguros entre ellos mismos; por ejemplo nadie puede permanecer completamente solo en la cabina de mando, si uno de los pilotos debe ir al baño, el protocolo exige que llame a otro miembro de la tripulación para que cuide al que queda al frente del vuelo; el capitán debe observar a sus colaboradores e indagarlos como andan las cosas por casa y si su aspecto sentimental esta en orden.
Siempre existirá el riesgo de un piloto trastornado que no quiera vivir más y de paso tampoco valore la vida de sus pasajeros que nada tienen que ver con su problema; lo anterior porque todas las investigaciones apuntan a que el joven copiloto alemán sí hizo estrellar en forma voluntaria y consiente la nave que comandaba, mientras su capitán fue un momento al baño.
Hace poco aquí en Bogotá un piloto de AVIANCA causó un accidente grave realizando competencias nocturnas a alta velocidad. Un tipo que utilice su tiempo de descanso para correr de forma suicida conduciendo un vehículo por las calles de una ciudad, no puede estar bien mentalmente para confiarle el manejo de un avión.
Claro que no hace falta montarnos en un vuelo para ver un loco en acción, basta observar a los conductores de busetas , esos si son locos, suicidas e irresponsables, su desprecio por la vida es absoluto, poco les importa aplastar a una persona como destripando una cucaracha. Los muertos y lisiados se cuentan por millares como fruto de la irresponsabilidad de esos “matones del volante».