por Gustavo Alvarez Gardeazabal | Abr 23, 2019 | Opina Gustavo
Los Estados Unidos siempre han considerado que Colombia es una finca donde ellos mandan y deciden desde Washington, que el presidente de la nación es su mayordomo, no el que los colombianos hemos elegido una y otra vez para que nos gobierne. Los ejemplos de esa sumisión abundan en los últimos tiempos. Desde cuando nos arrebataron Panamá hasta cuando se convirtieron en los sostenedores de la guerra contra el narcotráfico y entonces las fuerzas militares y de policía y los magistrados, jueces y fiscales recibieron el apoyo económico para librarla, quedamos más que sometidos.
La extradición implantada para juzgar en los Estados Unidos a centenares de ciudadanos colombianos a quienes o daba miedo o resultaba imposible juzgar en territorio patrio, abrió las fauces del cocodrilo imperial y nulitó el espíritu de hacer justicia entre colombianos y para colombianos.
Ahora resulta que el embajador Witaker quiere ejercer presión sobre el Congreso de la República para que se aprueben las objeciones presidenciales a la justicia que, para bien o para mal, nos inventamos los colombianos buscando salir del atolladero de medio siglo de guerrilla. Pero como el embajador confundió el carácter de los congresistas encargados de la ponencia y los invitó a desayunar para ajustarles las tuercas de la sumisión, uno de ellos, el señor Cárdenas, del partido de la U, salió a piconear lo que pretendía el embajador gringo. La reacción del administrador de la colonia a nombre de Trump fue fulminante. Desinvitó a los magistrados de la Constitucional que había convocado a una comida con los mismos fines y al congresista Cárdenas le suspendió la visa americana.
Si la necesidad de poseer visa no se hubiese convertido en un mito imprescindible ,senadores y representantes deberían devolver su visado en la sesión de hoy,cuando de nuevo discuten las malhadadas objeciones.
por Gustavo Alvarez Gardeazabal | Abr 9, 2019 | Opina Gustavo
Nunca lo podré olvidar. Eramos muy niños pero fue demasiado impactante. Amparo Uribe Arango, la señorita Antioquia, que había sido elegida “Princesa del Mar” en el reinado de Cartagena en 1949 se casó con Eduardo Sarmiento Lora, el hijo menor y el contemplado del rico del Centro de Valle. Como regalo de bodas le obsequió a su mujer un Cadillac convertible aguamarina, que solo veíamos en las películas cuando los manejaban los millonarios del Hudson. Amparo se paseaba en él por las calles de Tuluá, revestida de pava y guantes blancos hasta los codos, un traje straple y un par de lunares, uno en la cara y otro en la espalda ,que nunca supimos si eran de verdad o se los pintaba para parecerse a Maria Félix.
Viendo por estos días a Jenny, la hija de Ambuila, el empleado de la DIAN de Buenaventura, que se daba lujos comparables en las calles de Miami montando un laborgini convertible, pienso en los límites de la vanidad femenina que nunca permite timbres de alarma cuando se sobrepasa. Amparo Uribe creyó que la pobresía o las señoras de Tuluá no se iban a ofender. Jenny Ambuila estaba convencida que los gringos no vigilan cualquier gasto o consignación mayor a 10 mil dólares. La “reina del mar” no estuvo enterada que en Tuluá la detestaban por ostentosa y cuando Eduardo, gocetas y mujeriego la dejó, nadie osó defenderla o echarle la culpa al libidinoso heredero de los Sarmiento.
Por estos días es igual. Todos le echamos la culpa del desfase de Ambuila a la pretenciosa de Jenny, no a la picardía de su progenitor, que estuvo amparado siempre por la mafia de la Dian y la Polfa, a los que nadie se atreve a tocar o tan siquiera a hurgar en sus procedimientos porque son una familia más numerosa y poderosa que los morochos Ambuila de Buenaventura y no se dejará arrebatar los privilegios que el uniforme y la osadía bien administrada les permite.
por Gustavo Alvarez Gardeazabal | Mar 26, 2019 | Opina Gustavo
Fue hace 30 años y el país ya lo olvidó. Fue en 1989 cuando el Cartel de Medellin, el 4 de julio, mató al gobernador de Antioquia, y asesinó, el 18 de agosto, al coronel Franklin Quintero. Fue en 1989, el 15 de diciembre, cuando agentes del estado (y quizás gringos) le dispararon desde un helicóptero a Gonzalo Rodríguez Gacha mientras huía por entre medio de una platanera en inmediaciones de Tolú. Fue en ese año de 1989, exactamente el 29 de mayo, cuando el M19 secuestra a Alvaro Gómez Hurtado. El mismo año, el 27 de noviembre, cuando vuelan el avión de Avianca con 107 personas a bordo a los pocos minutos de despegar de El Dorado. El mismo en el que, el 6 de diciembre, hacen estallar un bus bomba y vuelan el edificio del DAS sin matar a Maza Márquez, su director, pero si a más de 60 personas y destruyen 34 vehículos que circulaban por la zona y, en ese mismo año, dos semanas después cuando secuestran al hijo de Germán Montoya, secretario general de la presidencia de Barco.
Fue año cruento en donde se presentaron 389 atentados guerrilleros y el asesinato de decenas de jueces y magistrados y el secuestro de otro poco de ciudadanos más y las bombas contra El Espectador y Vanguardia Liberal. Pero al país apenas si se lo recuerdan porque fue en ese año también, el 18 de agosto, cuando asesinan a Galán en la plaza de Soacha y de vez en cuando sus antiguos partidarios hacen sonar clarines en la desmemoria nacional.
Tal vez eso pretende Maria Elvira Samper, galanista dolida, en un libro que está circulando por estos días, titulado 1989, donde hace pantalla en 246 páginas sobre todas las víctimas de lo que ya la historia (pero ella no) llama la guerra de Pablo Escobar y su traquetería y donde apenas le gasta 34 páginas a un cuadro estadístico mes a mes para registrar las muertes, daños y voladuras de las guerrillas. Un libro galanista y desigual pero que todos los colombianos deberían tener en sus casas para evitar el olvido. Lo recomiendo.
por Gustavo Alvarez Gardeazabal | Mar 11, 2019 | Opina Gustavo
El fútbol colombiano está dejando ver con demasiada frecuencia ,casi que cada que se alza la bata, que tiene los calzones rotos. A los manejos, por lo menos sospechosos, de las directivas futbolísticas tolerando la forma protectora que empleaba el entrenador Peckerman sobre algunos jugadores de la selección, se unió prontamente el lio de la reventa de boletas en donde unos pocos amigos del esquema directivo del fútbol se ganaron una plata abusando de su poder y de la idolatrada fanatiquería. De ninguno de esos lios, ni de los que tuvo Bedoya en la bolsa de ofertas y coimas por la trasmisión de los partidos y que lo mantiene congelado en un apartamento neoyorquino esperando ordenes de los jueces norteamericanos. De ninguno de esos lios que hieden, la dirigencia futbolera ha salido siquiera salpicada.
Por estos días, cuando el mundo bulle de feminismo, y a solo 15 días del presidente Duque salir a pedir para Colombia la sede mundial del campeonato femenino, el inefable boquisuelto del señor Camargo primero y luego el intocable presidente del fútbol aficionado por décadas, y representante ante los cenáculos del balonpié femenino, el caballeroso González Alzate, se unieron al coro para hablar mal de las mujeres que juegan el fútbol. Y como entre las denuncias podrían darse delitos como en los de la reventa de boletas y el hedor de las aguas turbias conque se maneja el fútbol podría renovarse cada año en un nuevo campeonato femenino donde los clubes inscritos tienen sus equipos, esos dos dirigentes y otro poco de machistas intocables ,decidieron acabar de un tajo el creciente fútbol femenino en Colombia. Sátrapas o no, el espectáculo que están dando, solo produce vergüenza patria y una rabia infinita contra unos machistas a quien nadie se atreve a remover y mucho menos a sancionar.
por Gustavo Alvarez Gardeazabal | Feb 25, 2019 | Opina Gustavo
Aunque estoy plenamente convencido que el problema de Venezuela no se arregla sino cuando se sienten en alguna parte los gobiernos de Estados Unidos, China y Rusia y muevan a Maduro y sus 3.000 generales como fichas del ajedrez universal de la geopolítica económica, estuve atento al inédito espectáculo que se montaron en la frontera para preludiar la llegada de 90 toneladas de comidas y medicamentos que caben perfectamente en uno de los trenes cañeros que circulan estorbando en las carreteras vallecaucanas. El hecho de que Venezuela sea un país con dos presidentes, uno con el poder de las armas y la grosería verbal y el otro con la serenidad de la palabra y las acciones atrevidas y provocadoras pero sin poder levantar la masa hambrienta y cada vez más desesperada, es ya de por si algo sorprendente porque no se había visto en la historia reciente y apenas si la oteamos en los tiempos en que existían dos papas paralelos,pero con ejércitos ambos.
El show de los conciertos, en donde cayeron a compararse Maduro y sus 3.000 generales, fue emotivo para despertar ánimo por fuera de Venezuela a través de las cadenas de tv y las redes. Pero sirvió tan poquito para los presuntos fines buscados de hacer renunciar a Maduro como resultó un fiasco sangriento el intento de hacer pasar las 90 toneladas de alimentos a través de una frontera cerrada y unos puentes bloqueados. El minishow de los desertores y la llegada de Guaidó y las rosas y los girasoles en manos de los venezolanos deseosos de alborotar a sus compatriotas que se quedaron allá,resultó emotivo pero tan improductivo como todo lo planificado de presunta gran aventura civilista.
¿Qué pasará luego? No se sabe hasta cuando resista el hambre y la carestía en Venezuela y si protegidos, vigilados e inducidos por los cubanos repetirán lo vivido por 50 años en Cuba.